lunes, 26 de diciembre de 2011

Acto Formal Alberto Isaac Aguilar Molina

-ENSAYO FINAL DIPLOMADO PSICOTERAPIA PSICOANALÍTICA CON NIÑOS Y ADOLESCENTES-

Es fácil hacerse la loca: no tiene más que decirles la verdad a todos en la cara ¿quiere tener siempre la razón? No hay signo más grande de locura...
Béatrice: il librretto a sonagli (Luigi Pirandello)


Hemos sabido conservar la ignorancia para gozar de libertad…Ahora que la ciencia solo ha podido elevarse con el apoyo de la ignorancia… la voluntad de saber solo ha podido levantarse sobre la base de una voluntad mucho mas fuerte aun: la voluntad de no saber
F. Nietzsche
La verdad, o por lo menos el discurso que se jacta de estar en ese lugar privilegiado y venerado, el conocimiento de las cosas, (el consenso de subjetividades como alguna vez oi decir a un psiquiatra refiriéndose a la realidad) llamo mi atención desde tercer semestre de la carrera de psicología. Nos hablaban de la objetividad como principio fundamental del quehacer psicológico y no había nada mas verdadero que eso. Llamo mi atención las criticas e insultos que te ganabas cuando decías algo que se contrapunteara con este discurso, así como el efecto que tenían éste en la forma de comportarnos de opinar y hablar. El poder del profesor ejercido sobre el “alumno” da forma. Esta voluntad de verdad…tiende a ejercer sobre los otros discursos una especie de presión, un poder que coacciona (1). Discurso verdadero.
Este discurso opera sobre los individuos, sobre la subjetividad de cada uno constituyendo así su “realidad”, independientemente del lugar que ocupan en la sociedad, y a que se dediquen en la vida: las prácticas psicoterapéuticas no son la excepción. La forma en la que se intenta cuartar la pluralidad y diferenciación de los individuos se basa en una naturalización de estos discursos, ayudándose de las “ciencias”. Así el poder por si solo se reproduce.
Más allá de una postura epistemológica distinta, esto me hace pensar en que el discurso de las demás psicoterapias obedece a discursos de poder que ayudan en la alienación de los individuos con el afán de formar buenas personas, buenos ciudadanos, buenos estudiantes, buenos (educación moral). Yo, estudiante salido de una institución, como las hay muchas, de las que forman en serie psicólogos con "vastos conocimientos” acerca de lo dicotómico y de lo mutuamente excluyente que es un concepto con respecto al otro: normal/anormal, sano/enfermo y otras que llaman mi atención por el símil que se hace entre eso que pasa entre dos sujetos dentro de un consultorio y un producto.
Este proceso de formación no es de hoy y no es exclusivo de esta profesión, pero se hace necesario puntualizar que tiene otro tipo de repercusiones en carreras en las que se trabaja directamente con un otro que sufre. ¿Cuál es el deseo de quienes deciden estudiar carreras de este tipo? ¿El profesional de la "salud mental” desea saber acerca de qué es lo que lo engancho a estudiar esto? ¿Desea saber acerca de su deseo? ¿Desea saber acerca de su formación? Cada respuesta equivale a un “profesional de la salud mental”, pero ¿cuál sería una de esas respuestas?
Pensaré por un momento que la diferencia entre las psicoterapias y el psicoanálisis se encuentra en la tan “justificable” epistemología de la postura en cuestión. Ésta, en las psicoterapias tiene como objeto ya sea la conducta del hombre, su mente, sus interacciones, sus emociones, la forma en la que se comunica etc. Partiendo de esta premisa consideran la problemática siempre en relación de un sujeto y un objeto; se quiere cambiar al sujeto, al objeto o a los dos pero algo tendrá que funcionar para que el individuo que acude a terapia alcance la plenitud, la felicidad o el éxtasis de la vida.
La postura psicoanalítica se muestra escéptica ante esto: el objeto del psicoanálisis no es el hombre sino lo que le falta; algo que no es asequible, lo que existe pero no fue, no es y no será. Esta carencia funda al sujeto del psicoanálisis, sujeto deseante, y lo introduce en la estructura simbólica. Muerte de lo inefable, acto simbólico sobre lo real. El deseo nunca es saciado.
El analista mas allá de toda moral que corresponda a su época, escucha los significantes, dirigiendo su deseo a la enunciación, como sujeto del inconsciente, sujeto escindido representado por un significante que remite a otro significante (registro simbólico); por tanto sujeto deseante. En cambio el discurso moral con denotación de razón impregna el habla y la escucha de un yo ávido de someter y gobernar a otro. El yo (je) de esta elección nace en una parte distinta de aquella en la que se enuncia el discurso, precisamente en el que lo escucha (2)
Aquí cabe destacar que en distintos enfoques terapéuticos también se toma en cuenta al lenguaje pero como ese instrumento mal utilizado por los individuos, trayendo como consecuencia problemas en la comunicación lo cual desemboca en un sinnúmero de problemáticas. Como se mencionó anteriormente el sujeto es constituido a partir del Otro que con sus significantes, alienado al lenguaje y habitado por la palabra.
Contrario a como las teorías de la comunicación abordan el lenguaje Octavio Paz en referencia a los románticos alemanes y surrealistas comenta: No es el poeta el que sirve del lenguaje, sino éste el que habla a través del poeta.
Con respecto a la no escucha recordé a un sujeto de aproximadamente 10 años el cual acudía con su madre; se mantenía serio. La conversación se dio entre el terapeuta y la madre del niño, mientras este último observaba silenciosamente. Llegaron a la conclusión de que el menor tenía depresión. Sin dirigirle una palabra o preguntarle algo lo llevaron con un psiquiatra para que lo diagnosticará “formalmente” y lo medicará El psiquiatra no hizo mas que confirmar el diagnostico del terapeuta y de la madre, mandándole medicamento al menor para aproximadamente más de un mes.
En este ejemplo puedo suponer que hay un sujeto perdido, no escuchado, diagnosticado y medicado. Se quiere saber de él pero a través de lo que enuncia la madre ¿No se quiere escuchar a ese sujeto? ¿Para qué escuchar si se puede intervenir directamente sobre un problema asequible?
La institucionalización del ejercicio terapéutico crea la ficción de que existe un cuerpo de conocimiento preestablecido, probado y comprobado listo para llevarse a la praxis en cualquier persona, sea del modelo que sea, presentando la problemática que sea; hay una terapia a tu medida, y con esto no se refiere a la particularidad del sujeto o al caso por caso que he oído mencionar dentro del psicoanálisis. Se refiere mas a una serie de técnicas que preexisten a casos, trastornos, enfermedades, etc., que aún no se dan o no se darán, pero que si surgen, seguramente tendrán como común denominador solo la técnica asignada para su curación. Como acabo de mencionar, desde estas perspectivas se interviene sobre trastornos o enfermedades que borran al sujeto del psicoanálisis. No se desea oír al sujeto (ético) sufriente ya que este sujeto no es objetivable. El yo del terapeuta, identificándose con Otro, interroga a otra gruesa cascara de identificaciones (otro yo), cuya primer capa es el estadio del espejo. A este Lacan lo comprende como una identificación en el sentido pleno que el análisis da a este término: a saber, la transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen (2). El conocimiento, imagen asumida por el psicoterapeuta, interroga a otro, inferior y peligroso para si mismo; a la vez que el cuerpo doliente interroga a al Otro (conocimiento) que no escucha.
Esta formación me parece que ostenta sus raíces desde el ingreso de las personas al sistema escolarizado. Los humanos desde etapas muy tempranas de la vida son recluidos en distintos lugares como guarderías o estancias infantiles para comenzar posteriormente la educación básica. A los niños se les extrae desde muy pequeños de la vida para explicarles que es la vida. Al pasar de la educación básica a la educación superior no se nota un gran cambio en la forma de imponer el conocimiento imperante. Al principio y al final un adiestramiento moral. El surgimiento de los constructos y de la existencia por tanto del niño, el adolescente, el loco, con “características naturales propias” cada uno; figuras discursivas que permiten la puesta en marcha de dispositivos de poder que producen conocimiento a través de la reclusión de dichas figuras. La sociedad toma parte en esta institucionalización de la figuras demostrando su miedo a identificarse con aquello que “desprecian”
A los individuos en formación del área de la “salud mental” se les explica todo lo teórico acerca de que es lo sano y que es lo enfermo, lo normal y lo anormal, cómo interviene la psicofisiología en la conducta de las personas; se les explica el dolor de los otros, desterrándolos del dolor propio. Después se les enseña a intervenir, a cambiar a manifestarse, a jalar la palanca del eficientísimo; se convierten en los perros ovejeros (a servicio del Amo) que ayudan a dirigir a esa oveja descarriada con el rebaño, llámese familia, escuela, trabajo o sociedad. Se busca realizar una labor civilizadora.
Esta relación entre el terapeuta y paciente de este tipo se observa entre el Dr. D. G. M. Schreber y su hijo. El primero encarnando el saber científico, con un poder para curar, mientras el segundo con una sumisión total desde pequeño, abandonando su cuerpo y ser, entrenado para renunciar a su deseo. Una moral terrorista es el fundamento de la conducta científica que se propone a los padres, educadores y medios (3)
La escuela se ha convertido en una fábrica de neuróticos. Enlazando el punto acerca de las instituciones productoras de psicoterapeutas, contrario a lo que se puede pensar, la formación que se les da ahí a los estudiantes no los excluye del sufrimiento, de esa carencia (enfermedad mental como ellos mencionan). Esto obedece también a la negación o tergiversación de la transferencia, acontecimiento ineludible del ejercicio psicoanalítico; motor de la cura y eje central del tratamiento. Si es así, el tratamiento se funda en una relación de poder ante otro, lo cual dista mucho de un actuar ético, más allá de la moral y de los discursos de la razón.
Por último me gustaría hacer una observación acerca de los diagnósticos, con los que se trabaja y las implicaciones que tiene sobre el trabajo clínico.
Los manuales para diagnosticar trastornos mentales cada vez abarcan a más población, en detrimento de una congruencia y coherencia. Fungen mas como un arma política, la Nef des Fous (4) del siglo XXI, que incluye a los sujetos en un diagnostico para excluirlos de la sociedad.
Algunos psiquiatras y psicólogos justifican su acto, responsabilizando a la estructura social, la cual le deriva esos problemas, no quedándoles otra opción que cumplir con la demanda. Es aquí en donde cabe la pregunta ya hecha con anterioridad: ¿y su deseo?
No niego la existencia de las entidades psiquiátricas, solo creo que se puede desmitificar la imagen del loco y la institucionalización de la locura, acompañado de un cuestionamiento constante en nuestra labor.


(1)Foucault, M. (1994). El orden del discurso. Buenos Aires: Tusquets.
(2) Lacan, J. (1949) Escritos II. El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica. México. Siglo XXI
(3)Mannoni, M. (1979). La educación imposible. México. siglo XXI
(4)Foucault, M. (2004). Historia de la locura en la época clásica, I. Argetina: Fondo de
cultura económica.
(5)Octavio Paz (1967) Claude levis-strauss o el nuevo festín de Esopo. serie del volador

Resistencia-transferencia ¿en quien? Diana Monserrat Carbajal Suárez

-ENSAYO FINAL DIPLOMADO EN PSICOTERAPIA PSICOANALÍTICA CON NIÑOS Y ADOLESCENTES-


Hablar o escribir de infancia, adolescencia, del enfermo o del loco; ¿Por qué mejor, no escribir de las dificultades o resistencias de los analistas? Porque al final es más fácil decir, escribir y averiguar qué pasa con los demás, qué pasa con todo el mundo.

Quisiera iniciar enunciando: ¡Cuánta dificultad encontré antes de poder escribir apenas un esbozo acerca de las resistencias/dificultades del analista o psicoanalista, que se dedica en el día a día a tratar con niños, adolescentes y adultos!; qué difícil escribir acerca de las limitaciones que encontramos, pues ¿Cómo?, ¿No se supone que somos, nosotros a los que acuden para saber los que pasa con los niños y adolescentes?, ¿No se supone que somos nosotros los que tenemos todo el conocimiento con respecto a la psique? ¿No se supone que somos nosotros quienes, resolveremos, evitaremos, curaremos, enseñaremos y guiaremos?.

Y me parece, que es precisamente por la dificultad que tenemos de aceptar nosotros mismos como analistas, terapeutas, psicólogos o el nombre con el que más nos guste ostentarnos, que no somos el saber total, absoluto y final. Que no somos el terapeuta con poderes e interminables conocimientos teóricos que rescata del hoyo a un paciente, sino que es un conjunto de situaciones; es el lugar con el que nos colocamos frente a cada paciente, “El del sujeto supuesto saber” ó del “Saber” del “Amado” o del “Amante”, dispuesto o no a escuchar, dispuesto o no a cuestionarse así mismo sobre lo que hace sentado frente a cada paciente, dispuesto o no responder a las demandas de los demás e incluso a las suyas.

Por tal motivo, es preciso ubicarnos primero que nadie, que nosotros no resolveremos, no curaremos, no evitaremos, no rescataremos y que será la decisión de cada paciente a través de sus palabras o de las nuestras, tomar o ignorar lo que se hace dentro del espacio terapéutico. Que si bien somos el analista de alguien, es porque precisamente ese otro ha decido que seamos su analista o bien porque otra persona ha decidió por él que lo seamos.

Si en algún momento es preciso colocarnos en el lugar del “Saber” y no del “Sujeto supuesto Saber” será para poder dar cierta certidumbre y sostén, pero con la firme intención de devolver ese saber al sujeto, y pueda tomar la riendas de su vida.

Es necesario girar un poco el discurso y replantearnos antes de valernos de justificaciones teóricas y llenar al paciente de resistencias, si es en nosotros terapeutas que debemos buscar los obstáculos.

Parece ser que olvidamos, que también al igual que a los pacientes, en nosotros existe ese fenómeno, que miramos, tan extraño y distante, en los terapeutas: “la transferencia”. Que despierta y hace surgir ante determinado paciente o frente ciertas circunstancias sentimientos de odio y amor, por los cuales, muchas de las veces dejamos de hacer o bien decidimos hacer.

Pero, ¿cual es la razón, por la que minimizamos la transferencia? Porque: “no la advertimos, ni necesitamos ocuparnos de ella mientras su acción es favorable al análisis, pero en cuanto se transforma en resistencia nos vemos obligados a dedicarle todo nuestra atención” (Freud, 1917), volcándonos en el otro, atribuyéndole cualquier avance o retraso, pues es más conveniente asumir como concepto teórico y dogma, la siguiente cita, en la cual según Greenson (1999, citado en González, 2002): “…resistencia consiste en: todas las fuerzas que dentro del paciente se oponen a los procedimientos y procesos de análisis, es decir, que estorban la libre asociación del paciente, obstaculizan los intelectos del paciente de recordar y de lograr asimilar el insight, que operan contra el Yo razonable del paciente y su deseo de cambiar.”, que voltear y mirar en uno mismo, de tal forma que pudiéramos comprender, atender y entonces sí, ponerla al servicio de la cura, puesto que no hay interpretación sino es por medio de la transferencia.

¿Acaso no está, “…bastante demostrado por Lacan que el fenómeno violento del amor de transferencia, con el que Freud se encontraba a cada paso, lo generaba él.”? (Pablo Peusner, 2006). Es decir, que “el analista no debe estar ubicado en el análisis en la posición del amado sino en la del amante” y que si bien detectamos resistencias antes que nada, habría que supervisar el caso “porque es la posición del analista la que genera el fenómeno” (Pablo Peusner, 2006).

Es preciso entonces, poder dar lectura a lo que nos pasa como terapeutas, para ser éticos, coherentes y consecuentes con nuestro quehacer diario; es preciso, dejar en claro que “la transferencia no en está ni en el analista ni en el paciente, sino que la transferencia está entre ambos”. (Pablo Peusner, 2006)



Sigmund, F. (1905/1917) “La Transferencia: Obras Completas
Tomo II”. España: Biblioteca Nueva.

Peusner, P. (2006) “Fundamentos de la Clínica Psicoanalítica Lacaniana con
Niños. De la interpretación a la transferencia. Buenos Aires: Letra Viva

González, J; Rodríguez, P.(2002) “Teoría y Técnica de la Psicoterapia
Psicoanalítica”. México: Plaza y Valdés.

viernes, 11 de noviembre de 2011

La imposibilidad de la trasmisión del psicoanálisis, como ejemplo el caso clínico. Psic. Daniel Olvera Villaseñor

Del Seminario "Construcción de caso en psicoanálisis" (junio 2011) Ensayo final

“Si queremos que el análisis se sostenga en pie es esencial remontarse a este origen” Lacan

Basta con el deseo de trasmitir para buscar una y mil formas de hacerlo, pero como todo deseo solo es bordeado, nunca satisfecho.

Con la alucinante idea de trasmitir abordaré en estas líneas algo paradójico: trasmitir lo que me fue trasmitido del saber psicoanalítico mediante el caso clínico.
Se ha hablado del psicoanálisis como algo mas allá de la ciencia, incluso ya Lacan hacía la comparación entre una religión y su resultante la iglesia. La trasmisión es el común dominador de estas doctrinas (ciencia, religión y psicoanálisis). Por un lado la ciencia cuenta, entre otras formas, con la mera transmisión de las fórmulas y la repetición de los mismos experimentos que las verifican. La religión por su parte solicita, a forma de compulsión, la repetición de oraciones, practicas que han perdurado a través de los tiempos mediante mitos y ritos, además de éstos, el psicoanálisis ha dispuesto de la elaboración de casos clínicos como uno de los principales ejes de la trasmisión. A decir verdad no parece que sea la única cosa que mantienen en común, es imposible pensar en trasmisión de cualquier disciplina sin sumar en la operación la figura del maestro a quien le corresponde el legado del padre; en el psicoanálisis quién más que Freud para ocupar este lugar. Se apropia de una forma de divulgar su saber sobre el inconsciente, los casos clínicos.
Cuando se ha hablado o escrito sobre los casos clínicos de Freud los autores abordan algo puntualmente relevante relacionado al contexto histórico; haciendo referencia no únicamente al segmento cronológico en el que se gesta el psicoanálisis, sino a los eventos particulares de la vida de Freud que cumplieron un papel fundamental para el armado y desarmado de esta metapsicologia, un eslabón que empalmó la práctica y la teoría. Y es que en su afán de mostrar lo que había encontrado en otros sujetos no dejó de imprimirle las marcas de su subjetividad.
La relevancia radica en que Freud edifica su teoría sobre los pilares de la literatura. Estos argumentos precipitan a pensar en psicoanálisis no como ciencia “formal”, sino más cercano al tema de las “artes”, de entrada no hay objeto de estudio, sino un sujeto analizante con otro sujeto analizado ambos en trasferencia. Es cierto que al articular lo que hoy conocemos como Psicoanálisis Freud intentó insertar su saber como verdad, es decir, hacerlo ciencia para gozar del reconocimiento y el consenso que conlleva. Sin embargo no es desconocido que en escritos posteriores se aleja de ese punto y encaminan su estudio “al caso por caso” de lo cuantitativo a lo cualitativo, negándose a los andares de la ciencia, claro está, sin abandonar del todo la generalización.
¿Y el caso por caso no se acerca a la arte-sanía? La respuesta de tal cuestión es oportuna y necesaria. La diferencia reside en que la artesanía, como hoy la conocemos, parte de la idea de llegar a un producto, a una meta; desde el inicio del “proceso” existe en la mente del artesano un acabado al que a través de su mano se debe llegar sin dejar tanto margen a la espontaneidad y por lo tanto a la creatividad, quizá la pieza que trasciende no es igual a las otras muchas piezas, no obstante es lo que se pretende. En el arte como en el psicoanálisis la técnica no espera nada sino la construcción creativa, que dicho sea de paso se torna interminable para el analizante. Una obra artística nada tiene que ver con la seriación, la obra se aprecia como única. Al tomar la diferencia más vulgar entre arte y artesanía parece que sopesa para el arte la puesta en marcha de pensamientos y sentimientos que redundando asocio a la regla fundamental (libre asociación) y a la trasferencia.
Siguiendo con los anteriores postulados (concebir al psicoanálisis en los terrenos del arte) vienen al caso las siguientes preguntas:
¿Se puede hablar de psicoanálisis como una arte, no en el términos de técnica, mas bien en el sentido que se le daba en la edad media a este quehacer humano (artes liberales)?, esta pregunta, que para Lacan es una afirmación, da lugar a las siguientes: ¿quizás los estudios de la histeria de Freud se asemejan a lo que hizo Bretón con el Manifiesto Surrealista?, ¿Es trasmisible el Arte?...
Los clásicos textos de Freud y de Bretón, cada quien por su parte y en su tiempo, irrumpieron para fundar y marcar las directrices de sus movimientos, en Estudios de la Histeria empezaba a trazar las aproximaciones teóricas y prácticas del quehacer psicoanalítico, (avatares sexuales relacionados al malestar psíquico, y la más importante: la cura a través de la palabra). El manifiesto surrealista despliega la importancia de la imaginación y de los sueño no sin prescindir de la influencia del psicoanálisis. Traducido en pocas palabras al abandono de lo que se venía haciendo en sus campos.
En los primeros años la teoría freudiana no tuvo tanto auge sin embargo al paso del tiempo fue tomando fuerza, en todo caso un ejemplo es cómo Bretón recalca la importancia del psicoanálisis para su escrito de 1920. Para cerrar este punto de similitudes bastará con mencionar que la expansión de cada una de estas aproximaciones subjetivas se debe en gran medida a dichos escritos.
Entrando en el tema de la trasmisión psicoanalítica hay que mencionar que cruza con el mismo problema con el que tropieza la clínica; proceder de lo simbólico a lo real. Es en ese tránsito donde se pierde algo, se interfiere la trasmisión, se tergiversa la palabra y se hace presente lo incomunicable. Desde el momento en que se muestra el caso clínico metafóricamente a una fotografía, ya que la imagen cautiva ahí trata de informar (al igual que el caso) de un complejo de realidad, que no es más que un corte dictado por el tiempo, imagen que a fin de cuentas se perdió tras apretar el botón de la cámara. Y es que eso que es real escapa a toda simbolización, por ello lo real se define como lo imposible de expresar en tanto que lo real es lo imposible.
Pareciera que construir un caso clínico es una falacia, tan falaz como la imagen… pretende lo inalcanzable, no obstante la estructura como sustancia del sujeto cuenta con algo o mucho que podría acercarnos alegóricamente al señuelo del tratamiento, el síntoma.
El síntoma opera en lo simbólico pero no proviene de allí, emana de lo real del sujeto, es la columna vertebral del caso clínico y vértice del tratamiento, funge de guía al analista a la hora de escribir en la hoja con la intención de desenmarañar para si y para otros un saber inconsciente. Tomar el síntoma de referencia disminuye lo que ya de por si es inevitable, la pérdida.

La trasferencia es ineludible en cualquiera de las vicisitudes psicoanalíticas, así que se tratará este punto brevemente. La trasferencia es “el motor de la cura” y de la construcción del caso. Tan sólo la pregunta del por qué hablar, escribir o presentar este caso y no otro ya dice algo del analista, no por nada se tiene tan “humilde” y “desinteresada” intención. Se pone en juego el horror al acto del analista que engarza la trasferencia con la práctica clínica.
El caso clínico pone de frente al analista con su real, con la falta. No se nos olvide que la palabra es mitad de quien la dice y mitad de quien la escucha, por lo tanto el escrito deriva a un testimonio compartido.
¿Entonces qué tiene de objetivo el caso clínico?, el caso clínico no tiene nada de objetivo y mucho menos de verdad, ¿para qué tratar de pertenecer a algo que tiene estructura de ficción?
Para cerrar el escrito quiero mencionar una anécdota que hace alusión a lo que desee trasmitir a lo largo de este escrito: en un reporte me percate que había escrito de mí en la nota de una paciente por lo que le comente a mi supervisor, a lo que puntualmente señalo. “Estaría perdido si piensa que eso no le pasa siempre”.
En resumidas cuentas y salvo alguien que tenga mejor opinión el caso clínico en psicoanálisis, la supervisión y sus derivados autorizan la teoría, pero principalmente cuestionan y refrendan la existencia del inconsciente, es la dialéctica de la práctica y la teoría.

(15) J. Lacan, El seminario, Libro XI, "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Ed. Paidos, página 273
(15) J. Lacan, El seminario, Libro XI, "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Ed. Paidos, página 273
25) J. Lacan, El seminario, Libro XI, "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Ed. Paidos, página 20

5ª y última

CONCLUSIONES
El desarrollo teórico ha dado lugar al nacimiento de varias corrientes del pensamiento psicoanalítico concibiendo diferentes escuelas, movimientos e inclusive instituciones, a partir de la interpretación individual que se ha hecho sobre cada uno de los textos y de lo que cada autor ha considerado como importante. Esto no necesariamente significaría que hay mejores lecturas que otras, aunque los riesgos de deformar la teoría siempre estarán presentes, como una posibilidad del ejercicio de la subjetividad. Bleichmar señala que:
“Las teorías pretenden más de lo que explican y aquello que decimos sobrepásalo que logramos transformar en nuestros pacientes. El exceso de teorías en las disciplinas humana- se puede incluir al psicoanálisis dentro de ellas- proviene de necesidades conceptuales, creativas o del desarrollo de conocimientos”
Si el inicio de las investigaciones de Freud neurólogo sobre el síntoma histérico fue colocado en la anatomía, su desarrollo fue mudando a la razón del inconsciente y las producciones de este – en el sentido de la clínica tanto como de la teoría- donde de una búsqueda por una localización fisiológica se mudó a la localización de un lugar-mítico como viene a ser el aparato psíquico en su conjunto, que no tiene que ver con coordenadas científicas en la acepción más rigurosa, si no localizado al interior del cuerpo como unidad funcional, indivisible frente al problema soma-psique y que por consecuencia exige desarrollar un nuevo sistema de pensamiento en torno a este.
El sistema inconsciente y la construcción de la categoría conceptual de la pulsión irrumpen, como origen y ordenador – en la acepción mítica, de la metapsicología, como si se tratase de una psicomitología.
En la metapsicología converge el mito con la epistemología propia como sustrato y sostén de la edificación teórica; dos posturas aparentemente tan separadas como el pensamiento científico y las construcciones míticas son convocadas y reunidas en un mismo punto, habiendo sido trabajadas desde la óptica freudiana para dar cuenta del alma humana.
Si la metapsicología responde a la inquietud de descender a las profundidades del psiquismo, y lo sistematiza mediante las coordenadas de la tópica, la dinámica y la económica, el psicoanálisis en la generalidad toma el relevo para asirse a las construcciones epistemológicas y clínicas desde el alma: incluida desde la etimología misma, como el análisis de la psique, del alma.
En 1890 publica el texto “Tratamiento psíquico (tratamiento del alma) donde se lee:
“«Tratamiento psíquico» quiere decir, más bien, tratamiento desde el alma –ya sea de perturbaciones anímicas o corporales- con recursos que de manera primaria e inmediata influyen sobre lo anímico del hombre…pensará que se lo está alentando a creer en ensalmos. Y no andará tan equivocado; las palabras de nuestro hablar cotidiano no son otra cosa que unos ensalmos desvaídos. Pero será preciso emprender un largo rodeo para hacer comprensible el modo en que la ciencia consigue devolver a la palabra una parte, siquiera, de su prístino poder ensalmador”

El furor científico de la época del positivismo termino por borrar al sujeto para colocarlo como objeto de estudio, atomizándolo y restándole lo que le es más propio, la palabra; Freud en un movimiento de retracción, le “devuelve” la palabra a ese sujeto (sujetado a la cultura) para que hable desde lo más íntimo, desde lo más familiar y por tanto lo más aterrador, desde el inconsciente, para dar cuenta de lo que acontece en el alma.
Pero hablar del alma siempre ha acarreado consideraciones del orden del fanatismo religioso o del ocultismo; una vez más Freud proporciona la vuelta de tuerca necesaria para darle una nueva óptica.
Efectivamente, las palabras invocan y evocan, a la historia misma del sujeto (sujetado a la cadena discursiva), y construyen un nuevo escenario donde desplegarse; apalabrar lo que queda reprimido, lo que queda en el inconsciente es invocar lo desconocido, más no lo ajeno.
El acento recae en la cuestión dogmática, en tanto se le ha venido dando dicho tratamiento al psicoanálisis por las mismas “instituciones” encargadas de transmitirlo. Freud insistía en la necesidad de reconsiderar y reformular las categorías del psicoanálisis, no destruyendo de un plumazo, ni extrayendo sin mayor argumento aquello que escandalizase a la audiencia, todo lo avanzado para construir un nuevo edificio, sino bajo la lupa del análisis y re-pensamiento de los postulados, lo cual le permite a la teoría misma descolocarse de una cuestión de fe y re- posicionarse como un enlace entre las ciencias.
El psicoanálisis desde la clínica hace hablar al alma, y está en la disposición de escucharle.
En el mismo sentido, habrá que hacer hablar a la teoría del análisis del alma y tener la disposición de escucharle.
Más allá de los detractores o de los fanatismos lo cierto es que el psicoanálisis y la metapsicología han abierto las posibilidades de una nueva lectura sobre el sujeto y sus producciones (desde los síntomas de la clínica, hasta la que corresponde al ámbito de la cultura).

4ª b entrega tesina "mito y metapsicología"

LA PULSION
Da cuenta de aquello que subyace en el sujeto, aquello que se encuentra estrecha e íntimamente ligado con aquello denominado comportamiento, u actuar; y con lo que Freud denominó inconsciente. Es en cierta medida, lo que pulsa, la fuerza que mueve al ser, alimentada en el caldo del inconsciente.
En tanto es considerada pilar donde descansa el edificio que irá construyendo, es un sistema mítico, en el sentido que se planteo en páginas anteriores: marca inicial y por tanto inasible de forma cabal, y al mismo tiempo organizativa y cohesionante. Si la enunciación que hace Freud en un principio acerca de la existencia de un inconsciente que domina al individuo resultó una declaración que cimbró el campo del pensamiento científico, la arquitectura del concepto de la pulsión viene a hacer explotar nuevamente las ideas acerca de la conceptualización del sujeto; el efecto producido es tan controvertido que aún a la fecha es un terreno difícil, en el que confluyen opiniones encontradas.
La pulsión concebida como la parte más mítica del constructo metapsicológico en tanto resulta un concepto de difícil aprehensión, concepto límite y anoticiándose de esta solamente mediante los representantes-representativos de esta, casi en el mismo sentido de que se puede dar cuenta del funcionamiento del inconsciente, mediante los lapsus, los olvidos y los aparentes equívocos.
“Como Freud le escribe a Einstein: «Tal vez tenga usted la impresión de que nuestras teorías son una especie de mitología». Eso no significa que la pulsión sea una creencia fantasiosa, sino que ella es lo que, convencionalmente, nombra al origen. Exigencia epistemológica básica: ¿Pero es que toda ciencia natural no parte acaso de una especie semejante de mitología?”
Reconocida como categoría teórica, es definida por Freud como:
“El concepto fronterizo de lo somático respecto de lo anímico, como un representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma, como una medida de la exigencia del que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal”;
La construcción del concepto de pulsión remite a nociones más bien ambivalentes en tanto la definición misma de la palabra Trieb resulta de difícil aprehensión ya que sus significados son variados y no logra dar cuenta completamente de su significación, salvo en la esencia misma, que es la idea de movimiento, de energía y de crecimiento :
“La palabra puede en efecto significar varias cosas: instinto, inclinación, tendencia, pero también, por extensión, una manada; en botánica, un brote o un retoño. El compuesto Triebkraft, significa fuerza motriz, mientras que Triebstoff es un carburante y Triebwerk, un mecanismo. La palabra entra incluso en términos compuestos de relojería para significar un piñón, un pivote. El verbo treiben, del que deriva Trieb, puede ser transitivo y significar: empujar, expulsar frente a sí, conducir, pero también “ocuparse de”, “librarse a” hundir, moldear, accionar, hacer crecer (una planta). Intransitivo, significa “ir a la deriva”, flotar, crecer (en el sentido de vegetal), fermentar. El sustantivo Trieben indica tanto una ocupación, una actividad.”
Resulta además interesante considerar la connotación biológica del término, en tanto Freud utiliza Trieb si para dar cuenta de la energía que opera en el interior del aparato psíquico, como esencia de éste, y al mismo tiempo pretende desde ahí unirse con la biología propia del sujeto, como sujetando las dos aristas del dilema mente-cuerpo –ciencia-filosofía- Sin embargo, vale la pena hacer la distinción entre la fisiología y la biología, tal y como lo plantea Scarfone:
“lo fisiológico es del orden del mecanismo estrictamente neurológico, incluso físico-químico, mientras que el campo biológico, más vasto, toma en consideración todo lo que concierne a lo vivo, lo neurofisiológico y lo psíquico incluidos”
Por otro lado, es de manera metafórica como puede dar cuenta de la existencia de tal fuerza, en tanto únicamente es posible un acercamiento parcial, un rodeo si se quiere, al concepto desde la palabra misma.
Así las cosas, la definición como concepto límite va quedando más clara, por lo menos en la estructuración del edificio teórico, no así en el desarrollo posterior que va haciendo de dicho concepto; y aunque la definición apegada a la etimología implique la noción de instinto, Freud la contrapone con la palabra Instik para señalizar la diferencias existentes entre ellas, considerando que: los estímulos pulsionales, no provienen del mundo exterior, sino del interior del propio organismo, la pulsión actúa como una fuerza constante y por tanto no hay acción motora que valga para sustraerse a estos estímulos.
“Pulsional sería aquello que, de los stimuli que vienen del interior del cuerpo, se propaga a través del aparato del alma hasta la elaboración de una representación psíquica. La pulsión misma es, por un lado, un representante; por otro lado, es a su vez representada (en el sentido político) por el afecto y la representación, dando lugar a una «representación» (esta vez en el sentido escénico), es decir una elaboración psíquica”
Como se mencionó más arriba, el componente de la “cosa sexual” no es abandonado completamente por Freud, y como se ha visto, el recorrido del pensamiento y la conceptualización de la teoría pasa de lo meramente anatómico y fisiológico a lo biológico entendido como unidad mente psique, del mismo modo se recorre el camino en torno a la sexualidad que no es ya entendida como genitalidad (anatomía) si no como fuerza (psíquica), tal y como la noción de pulsión lo acota y anuda.
“Toda la explicación metapsicológica es, de entrada, la de los procesos pulsionales…La pulsión –especialmente sexual- es así la fuerza motriz, pero también el nudo económico-dinámico de la psique. Pero el concepto de fondo es también «concepto límite» entre psique y soma. Por ende, la metapsicología no es una simple psicología de los procesos psíquicos, sino una investigación de los procesos limítrofes entre «alma» y «cuerpo»”

De esta manera, Freud la dota de características propias que serán, el esfuerzo, la meta, el objeto y la fuente.
Como distinción fundamental y de acuerdo a las características de la pulsión, la sexual en específico, queda la imposibilidad de una total satisfacción, lo que permite dar paso a una búsqueda continuada, de un objeto –que más bien es una construcción dada por una experiencia inaugural en la vida psíquica- lo que a su vez se refleja en el quehacer humano, en el desarrollo del pensamiento y en todos esos actos de la llamada civilización.
Así como el refrán que reza “por sus actos los conoceréis”, la pulsión y el inconsciente se sujetan a dicho enunciado; de la pulsión se sabrán sus destinos, gobernados por la dinámica placer-displacer que permite su relación con el objeto y que implica el sometimiento de las mociones pulsionales a las influencias de las “polaridades de la vida anímica” según dice Freud: sujeto –objeto, (el mundo real); placer – displacer (factor económico); y actividad- pasividad.
No es el caso hacer un análisis detallado de los destinos pulsionales en este trabajo, ni desbrozar los conceptos aparejados a esta, si, como se ha venido explicitando, la pulsión es la categoría que viene a anudar y dar cohesión a la construcción de la metapsicología; emprender tal tarea sería detenerse en cada puntualización acerca de la teoría. Es en si misma la pulsión un concepto problemático por los enlaces que va formando con el resto del desarrollo metapsicológico, de la misma manera en que opera como engarce entre el cuerpo y el soma, o como entre filosofía y psicoanálisis.
“La noción de pulsión tendrá efectos en cascada sobre el resto de los conceptos psicoanalíticos, puesto que alrededor de las pulsiones operan las revisiones más importantes, tanto en el seno de la obra freudiana misma como en el movimiento psicoanalítico que ha heredado. La idea general de pulsión había hecho su entrada en la lengua alemana, luego en la literatura y en el pensamiento filosófico, mucho antes de que Freud comenzara a utilizarla en 1905”
Ese es otro argumento utilizado por los detractores del psicoanálisis en el sentido de que los conceptos retomados por Freud han sido trabajados con anterioridad; no obstante, son retomados bajo la lupa del psicoanálisis en general y de la metapsicología en particular, reconfigurados, no a modo pero si con una nueva visión y dándole otro tratamiento, que tiene que ver con acercarse al objetivo de desvelar los secretos del alma y dar cuenta de las pasiones que en esta viven.

4ª entrega tesina "mito y metapsicología"

LA METAPSICOLOGIA
En la carta dirigida a Fliess del 10 de marzo de 1889, Freud escribe:
“Me parece como si con la teoría del cumplimiento de deseo sólo estuviera dada la solución psicológica, no la biológica o, mejor metapsíquica. (Por otra parte, te pregunto seriamente si para mi psicología que lleva tras la conciencia es lícito usar el nombre de “metapsicología”) Biológicamente, me parece que la vida onírica parte por entero de los restos de la época prehistórica de la vida.”1
Desde entonces considera necesario inaugurar, o mejor, instaurar un nuevo paradigma desde donde poder dar cuenta de sus hallazgos en cuanto al material psíquico se refiere para poder hablar de las cuestiones que acaecen en el inconsciente y que con lo que se contaba hasta ese momento –sea literatura, filosofía psicología o neurología- no contaban con los supuestos que le satisficieren; es se dice la psicología del inconsciente. Assoun señala
“El trayecto freudiano que conduce a este término es diametralmente simétrico: permanece en el ámbito mismo del concepto de ciencia –lo que lo vuelve ajeno a toda tentación “ocultista”-, introduciendo al mismo tiempo en la ciencia el pensamiento de procesos –inconscientes- que ésta rechaza.”2
Freud, dice Ricoeur
“ve y verá en la ciencia la única disciplina del conocimiento, la única regla de absoluta honestidad intelectual, una visión del mundo que excluye cualquier otra y sobre todo la de la antigua religión”3
desde ahí intenta asirse entre la ciencia hasta el momento reconocida y experimentada, pero insistiendo en un más allá de la biología. Al respecto Scarfone menciona:
“El término metapsicología hace aquí su entrada con una clara referencia a la unión que Freud estima necesaria entre psicología y biología, la metapsicología se basará por completo en el concepto de pulsión…La biología freudiana, de todos modos, será una biología “extendida” mejor conocida como metapsicología.”4
Al considerar agotada la ciencia que tiene a mano para explicitar los avatares del sujeto, recurre al inconsciente y las fuerzas que en el operan, lo que despliega un nuevo panorama para indagar acerca de los actos y por supuesto de los síntomas.
Assoun escribe
“Es claro que la hechicera hace su entrada cuando los recursos “naturales” no bastan y es preciso echar mano de los artificios del arte…hechicero, en femenino.”5
Si bien se dijo anteriormente que no es esoterismo en el sentido común del término, parece contar con los puntos distintivos de la invocación –a un Otro, se ha de plantear posteriormente- no de espíritus ajenos, no de fuerzas sobrenaturales, pero si del orden de lo desconocido.
Ahora partirá del supuesto del inconsciente para edificar la metapsicología, ubicándolo -por necesidades elementales- en un aparato, el psíquico como heredado del modelo de la física, que si bien es planteado ya desde el “Proyecto de psicología”, con el trabajo posterior va mudando, como lo explicita Ricoeur
“La tópica conservará siempre un carácter ambiguo; se la podrá considerar a la vez como un desarrollo de la teoría primitiva del aparato psíquico y como un largo proceso para desembarazarse de ella.”6

Para Assoun,
“se trata de dar cuenta- mediante un dispositivo articulado y articulable, del funcionamiento del aparato que sustenta a la psique- de la vida psíquica propiamente inconsciente… “instrumento que sirve para las acciones psíquicas”, término que recuerda que Freud considera a la psique como un conjunto de acciones o funciones, cuyo “modo de producción” puede ser representado gracias al aparato psíquico. Esta “maqueta” permite visualizar los procesos en un espacio que representa sus desplazamientos de fuerzas y cantidades.”7
Una vez establecida la topología, plantea las fuerzas que operan en este aparato, la dinámica que opera y la económica del gasto energético, construyendo la categoría conceptual princeps de la metapsicología como es la pulsión.
Cabe mencionar que esta categoría no es la única contenida en la construcción epistemológica, pero si el pilar central a partir del cual desarrollar los subrogados metapsicológicos, como la represión, en tanto considerará necesario desplegar las vías y las formas de que esa energía se despliega.
El texto sobre “Lo inconsciente”, junto con el de “La represión” y “Pulsión y destinos de pulsión” cimentaron el cuerpo teórico de la metapsicología en términos de “causalidad psíquica” dice Assoun, más que de fenomenología.
En el texto de “Lo inconsciente” Freud señala:
“Nuestra tópica psíquica provisionalmente nada tiene que ver con la anatomía, se refiere a regiones del aparato psíquico, donde quiera que estén situadas dentro del cuerpo, y no a localidades anatómicas”8
La metapsicología no se enfoca únicamente en el terreno de la psique inconsciente; la conciencia está igualmente considerada pero desde la hipótesis del inconsciente. Freud consigue con la metapsicología cimentar el sustrato necesario para desplegar las construcciones conceptuales más allá de la psicología sustentada en el aparato de la conciencia, en un movimiento que le permitirá incluir esta conciencia como un elemento más. De ahí el nombramiento de psicología de las profundidades.
“El «aparato psíquico» no es entonces únicamente una «convención», es una elección epistemológica y, de manera más material, una opción antropológica…Correlativamente, la conciencia deja de ser un principio para convertirse en el referente de los sistemas preconsciente/ consciente dotados de propiedades propias”9
El «inconsciente freudiano» queda entonces como construcción epistémica, y como objeto metapsicológico ya no como descripción o fenomenología; aparte quedará la discusión sobre si es un invento o un descubrimiento. En concordancia y consecuentemente, la pulsión y las fuerzas que operan en el aparato psíquico serán materiales para dilucidar desde una perspectiva diferente, en tanto la epistemología del psicoanálisis así lo permite, lo cual evidentemente ha marcado una diferencia considerable respecto a otras perspectivas que dan cuenta del enigma del ser humano.
La pulsión como pilar y el sistema Icc. Son las coordenadas desde donde se realiza el análisis de las pasiones y sus avatares. Es desde Freud consideró poder dar cuenta de los avatares del alma, representando en la pulsión la esencia misma de esta.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Consideraciones sobre la alucinación Alberto Sanen Luna.

El fenómeno de la alucinación en la historia de los sujetos y de las sociedades ha sido visto tanto como un enigma del acontecer psicopatológico del individuo y una revelación de las condiciones existenciales del mismo, entonces proponer una breve re-visión de ello es justamente para resituar los campos de aquello que se denominaria la realidad (1)

Debemos comenzar señalando la existencia de al menos cuatro posturas alrededor de la alucinación donde cada una conlleva implicaciones particulares para con conceptos, términos y sentidos particulares, que se sostienen aun en contra del reduccionismo metodológico que despliega el positivismo imperante

La primera de ellas se empeña en reducir al fenómeno a una cuestión de error de los sentidos y por lo tanto atribuyen valor de discernimiento a estos últimos, a saber, asigna sin desearlo, juicio, discernimiento y por supuesto sentido a los sentidos, cuestión por demás alejada de la experiencia y aproximada a un pensamiento sensualista falto de trabajo teórico. También se desprende de ello la consideración de que la realidad externa impacta de manera directa en el acontecer del sujeto, sin que este tome parte activa de ello, sin que pueda propositivamente involucrarse con lo exterior.

La segunda línea apreciativa esta marcada por la clásica enunciación atribuida a Esquirol “percepción sin objeto”, y que es revitalizada por Henry Ey en su magnífico tratado sobre las alucinaciones “percepción sin objeto que percibir”. En esta postura destaca no el error de la barrera media del sentir sino que destaca a la percepción atribuyendole un movimiento automático de creación de objetos que no corresponde con el exterior, pasando por alto que justamente la creación de una vida psíquica marca la creación de objetos internos que no corresponde con su referente, sino que por el contrario se alzan como referente del mundo. De igual manera dicha posición, pretende regular la relación de los individuos con la realidad, pero sobre todo establecer una sola realidad.

Estas dos posiciones en medida de sus premisas solo puede adjudicar a lo alucinado y la alucinación el valor de un síntoma que sea fundamental, secundario o accesorio, sirve para ubicar al sujeto en una página nosográfica, estableciendo la diagnosis y el posible tratamiento, sin indagar en lo que encierra la alucinación misma. Y si bien la posición fenoménica va mucho más allá de este punto acogiendo en su centro al ser y por tanto intentando responder a la aparición de la alucinación en otro sentido, se olvida de las innumerables perspectivas que esta encierra, estableciendo un sistema causal inmediato, contraviniendo lo expresado por Claude y Ey en su disertación sobre las alucinaciones “no se puede considerar la realidad como un dato simple o inmediato…no podemos considerar la objetibilidad como algo inherente al dato sensible” (Claude, 1988, 87). El estatuto que toma es por tanto el de manifestación de la enfermedad.

Independientemente de las posturas clínicas o, por qué no, soportando su creación y desarrollo, encontramos a la alucinación como medio de ordenamiento no de la realidad, sino de los hombres y un plano distinto de la existencia, punto de partida para el encuentro de uno mismo o de los dioses, por medio de la ingesta de sustancias que el psicoanálisis caracteriza de, “sustancias del imaginario” (Melonette, 2005, 15) (3) ampliamente difundido entre los indígenas de México donde el poder de las visiones, brinda a uno el estatuto de “visionario” En México el mayor renombre lo alcanza Maria Sabina en la sierra de Oaxaca, quien procura una forma de encuentro con ese Otro mundo en que se ubican nuestras respuestas o donde deberían de ubicarse.

Dicho encuentro esta mediado por la devoración, el cómo puede entrar en nosotros y que gracias a ello logramos reconocerle, de allí que la llamada “carne de los dioses”, este hongo llamado “Teonanacatl”, sea convertido en una vía regia para reencontrar ciertos indicios del camino de la primera experiencia de vida, algo que ya mencionábamos junto con Freud como satisfacción alucinatoria de deseo, y que es la que nos coloca en el mundo.

La lectura del psicoanálisis abarca tanto las apreciaciones clínicas de la psiquiatría como las consideraciones etnológicas atribuyendo nuevos caminos a la re-flexión que sobre la alucinación pueda realizarse. Esta posición se aleja de la denotación sin sentido e incluso plantea que en un mismo movimiento la conotación surge, a saber, donde no sólo es algo lo que aparece, sino lo que se presentifica y en un plus, lo que ello implica para el sujeto

Desde este punto se considera que el objeto no sólo existe por su presencia, sino que su ausencia y su no-presencia posibilita la presencia del resto, por ello quizas Tissot pueda decir que el sujeto “tiene por supuesto un objeto, pero este es de otra naturaleza que los objetos reales” (Tissot, 1992, 117), serán objetos indescriptibles ya que “lo que se ve subjetivamente es más o menos afín a la descripción de un objeto, pero justamente por eso no funciona como descripción de un objeto” (Wittgenstein, 1979, 80).

Como vemos lo fundamental es la ausencia, cual punto de partida mención que tiene Freud al denominar el arranque objetal engarzado a una satisfacción alucinatoria de deseo, donde “la alucinación aquí no significa un episodio localizado sino una actuación global en el campo perceptivo y vivencial” (Mazzuca, 1986, 110) pero además le inscribe en distintos registros de la operacionalidad psíquica. Ya sea como parte de “una primera serie de alucinaciones sobre un neocódigo que se presenta como proveniente del Otro. Es lo mas terriblemente alucinatorio que hay” (Lacan, 1999, 210). Haciendo que cualquier reviviscencia sea tomada bajo el signo de la angustia y lo terrorífico, cual sinthome(2) o, suplencia que permite vivir en la realidad al que “lo que le caracteriza es la sustitución de una realidad perdida” (Orvañanos, 1988, 141).Fenómeno de franja, aun cuando queda explícito que es algo de lo real que se hace presente en la intersección de lo imaginario y lo simbólico, cabe ahondar que las alucinaciones se encuentran en los intervalos mismos de los significantes, dan el soporte para la construcción de la “holofrase” (Laurent, 1989, 36), es la soldadura del “primer par de significantes”, sean el S1 y S2, la suplencia y el S2 o cualquier combinación posible e incluso esto es lo que permite vislumbrar el por qué de la frecuencia de las alucinaciones, pues merodean en el vacío.

Al mismo tiempo que se toma cual punto de partida, resta a la alucinación un carácter mórbido sintomático, llevando con ello la alucinación del campo de la enfermedad al campo del ser de lenguaje donde “las alucinaciones son estructuradas en el nivel del significante (…) es un fenómeno del significante” (Lacan, 1999, 228) donde la alucinación se plantea como verdadera a la manera de Taine “dicho de otro modo todo estímulo tiende a producir una alucinación, el principio del funcionamiento del aparato psi es la alucinación. Esto es lo que quiere decir proceso primario” (Lacan, 1993, 167) contundente Lacan afirma “el sujeto alucina su mundo” (Lacan, 2005, 21).
Al decir soportando la clínica, lo hacemos al considerar por ejemplo a Moreau de Tours con su texto "Du haschisch et de l alienation mentale", acercamiento que la ciencia también ha intentado con su recubierta y su velo las investigaciones desarrolladas por Henry Michaux en cuanto sus estudios con la mezcalina “el producto le sirve (…) como palanca por la cual accede a terrenos desconocidos de la percepción” (Melonette, 2005, 67). En esta línea se ubican también las experiencias con LSD de Foulcault, quien enunciará que con el uso de estas sustancias lo que se pone en juego “son fragmentos de un pensamiento emancipado, que sale de su catatonia y se pone en movimiento” (Melonette, 2005, 107) o las experiencias de Salvador Bouquet, quien partiendo en un inicio del psicoanálisis concluyó estableciendo lo que denominará psicosíntesis, la cual consiste en la administración de ketamina con la finalidad de inducir un estado alucinatorio “una primera parte denominada psicótica, dominada por el efecto y el manejo de los psicodislépticos y la segunda denominada reintegrativa, basada en la condición de síntesis, habiendo ya pasado el cuadro alucinatorio” (Roquet, 1981, 69)

Ahora bien, la alucinación de aquello que le engaña y es más distingue la alucinación de la percepción en si, una queda con alguna certidumbre tal es el caso de la alucinación, la otra con la duda que siempre le acompaña y que por tanto es necesario constatar interminablemente, la percepción. Debido ello, a que no pertenece al yo-realidad definitivo, a quien le compete establecer un juicio entre lo externo o interno, sino a el yo-placer inicial, que en conjunción con el principio de placer y displacer da por resultado la “actividad binaria del adentro y el afuera” (Maleval, 2002, 44), más cercano a los fundamentos del sujeto mismo, que los juicios operativos que de él se desprendan, ya sea consciente o inconscientemente.

Es en ese principio del placer que lo colocado es lo imposible, desde allí se despliega el mismo, entendemos entonces que “la idea de que la función del principio del placer es satisfacerse mediante la alucinación, lo ilustra” (Lacan, 1987, 175), queda ilustrada la imposibilidad de ello, la innegable participación de la alucinación en la estructuración del aparato y de todo de lo que el se pone en juego en un momento dado, a saber, queda la alucinación negativa puesta al descubierto, a pesar de que el objeto esta allí, nunca se da con él ya que propiamente nunca está y sin embargo adquiere un lugar, en medida de que “toda forma, todo objeto puede asumir, en grado variable, un valor simbólico” (Leclaire, 1999, 124).

Por ello “en la alucinación no hay una pura y simple presentificacion de los objetos de una necesidad, ni aun en la alucinación mas sencilla de la más sencilla de las necesidades” (Lacan, 1987, 161). Si bien entonces tendrá su parte de re-integración de elementos inconscientes a la trama de la realidad exterior que se extiende en el horizonte del sujeto, de despliegue de las fantasmagorías o elementos de estructura, también con el fenómeno alucinatorio se presencia la puesta en juego del agujero y de las condiciones que le revisten. Desde ese instante (instante como tiempo lógico) el sujeto pasa del abismo, de la perplejidad al ser tomado como objeto del Otro, se ve reducido a ello, a saber “allí donde soy reconocido, no soy reconocido sino como objeto. Obtengo lo que deseo, soy objeto, y no puedo sopórtame como objeto” (Lacan, 2002, 33), es punto de alineación, que buscará remontar reconstruyendo el mundo, en la llamada escalada delirante.

Mas en todo caso esto primario, esto que también será llamado en ocasiones primitivo es un “fraccionamiento del espíritu…por lo cual el principio del delirio (diríamos del conocimiento en general) no se encuentra en la creencia, sino en la alucinación” (Claude, 1988, 89) como ya apuntaba Leuret.

Sin embargo esta cuestión es la búsqueda misma, el deseo, es lo que nos empuja, avienta, arroja y precipita hacia la búsqueda constante, la alucinación; el mundo de la alucinación es un mundo antiguo y siempre presente, por ello que se constituya como medio para acercarse a la Verdad, al Saber y a Dios-Otro

Cabe acotar que estas experiencias místicas guardan cercanía con los estados de éxtasis que presentaban, en algún momento las histéricas y sus vivencias alucinatorias que no se encuentra lejos de lo que acontece en el habla con los dioses, es la operatividad de la verwefung que “posee la capacidad de generar una ruptura total con una realidad imposible de asumir” (Maleval, 2002, 39)

Debemos entonces quedar claros que si bien nos hablan de algo que no se encuentra ante nosotros, no quiere para nada decir que no se encuentra ante el alucinado, todo acontece tal como acontecen los juegos de lenguaje, situación que confirma a la alucinación como verbal, a saber, “quien se guía por reglas gramaticales que son tales o cuales, no por eso dice algo incorrecto, sino que habla de otra cosa” (Wittgenstein, 1979, 62) o pueden ser enunciados como definiciones ostensibles.

Notas y bibliografia

1.Recordemos que la realidad puede ser apreciada desde distintas ópticas; la realidad formal, objetiva, vivenciada, vivida, social, campos diversos que merecen apreciaciones especificas.

2.Postulación de Lacan respecto al posible anudamiento de la realidad psíquica.

3.Sin embargo hay que hacer hincapié en la occidentalizacion de los saberes, tomando al occidente como creación económica y no como referencia geografica.

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